El valor del símbolo.-
Como
productor de símbolos el hombre es el animal que por excelencia crea este
tipo de imágenes. Una representación, una realidad que sustenta esa
representación y un referente. La primera es la imagen visible hasta el
punto que todos la pueden ver y quedarse en ella sin pasar de ahí, ha
sido elegida por los creadores del símbolo para representar a la realidad
que sustenta y la tercera hace mención a la posibilidad interpretativa
que un grupo tiene del símbolo… Pero el símbolo por más que
permanezca inalterado en cuanto a su forma, sufre un proceso de
transformación en el tiempo. Lo que antes era, ahora no es, ya es otra
realidad. Los propios participantes de la simbología se verán en la
necesidad de adaptar los símbolo o de darlos una lectura diferente. Los
tiempos mandan.
La coreografía.-
Durante
el periodo de ejercicio de la FET hubo una serie de lugares, costumbres,
gestos y actitudes comunes. Repeticiones litúrgicas que, junto a los
lugares históricos produjeron la escenografía para el movimiento de los
actores.
El saludo. -
El
ritual falangista del saludo brazo en alto, con origen entre los iberos
(utilizado y ocultado también en las primeras olimpiadas de la edad
moderna) pero sobre todo usado por las formaciones de las milicias de
partidos autoritarios, fue asimilado como saludo nacional a raíz del
Decreto Unificador. La refundición de disposiciones sobre himnos, saludos
y cantos nacionales llevó a la Presidencia del Gobierno a los cinco años
del comenzar el Alzamiento, a la confirmación del saludo brazo en alto
como saludo nacional. Se obligaba su utilización a los militares en actos
públicos y desfiles y se hacía sustitutivo del saludo militar cuando se
encontraran descubiertos
La
Unificación y la victoria había llevado a generalizar el saludo
falangista y los tiempos venideros habían corrido a favor de seguir
utilizándolo, pero el derrumbe del Eje hizo inviable continuar con aquel
saludo en calidad de "nacional". Reservado para la FET, la
Presidencia del Gobierno derogaba en Septiembre del 45 el Decreto dado
ocho años antes. El preámbulo de la orden justificaba la adopción del
saludo frente a la violencia del puño cerrado, pero se resignaba a la
necesaria sustitución: "Mas circunstancias derivadas de la gran
contienda han hecho que lo que es signo de amistad y cordialidad venga
siendo interpretado torcidamente"
El himno.-
En
cuanto a los himnos nacionales cuatro fueron los aceptados: La Marcha
Granadera (restablecida el 22.II.37) El Himno de la Legión, El Oriamendi
y el Cara al Sol; de ellos, este último se llevaba la primacía en las
manifestaciones populares tanto en las voluntarias como en las
coercitivas, y así cualquier concentración patriótica, de defensa del
nuevo Estado o de representación del régimen tenían como colofón el
Cara al Sol o, en versión contraria, los muchos presos políticos que
hicieron los nacionales durante y después del conflicto tendrían la
obligación de entonarlo mañana, tarde y noche. Por Decreto de la
Presidencia del Gobierno del 17 de Julio de 1942 la Marcha Granadera
seguiría de Himno nacional, reservándoles a los otros tres la categoría
de Cantos Nacionales. Pero una era la opción elegida para los actos
oficiales y otra era la preferida por las masas, en esta última faceta se
llevaba la palma, otra vez, el Cara al Sol, unida de forma indeleble al
transcurso del régimen.
Escritos.-
Todo
escrito que saliera de las dependencias falangistas en tiempos de guerra
debía llevar el correspondiente membrete y el eslogan "Saludo a
Franco" "Arriba España". En Mayo de 1939 se normalizaba
ese membrete en donde debía figurar "Falange Española
Tradicionalista y de las JONS", el nombre del Servicio que lo
utilizaba y el Yugo y las Flechas.
El uniforme.-
Al
uniforme, compuesto en principio por una camisa de color azul mahón
(entero, serio, neto y proletario), un color ya utilizado por la
izquierdas de las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campensinas), y
al que la situación bélica o la conciencia prebélica anterior a la
contienda, había añadido correajes militares, se sumaría la corbata
negra que en señal de luto por la muerte de José Antonio, ordenaba
colocar el Secretario General de la FET en Noviembre de 1938 cuando se
decidió hacer pública la ya conocida muerte de Primo de Rivera.
Hasta
el 25 de Enero de 1939 el Jefe Nacional no impuso el uniforme mixtura del
Tradicionalismo y de la Falange, donde junto a la camisa azul se incluía
la boina roja, pero ya en Agosto de 1937 había quien solicitaba aquella
simbiosis en el vestuario. Así, Ernesto Giménez Caballero en una carta
enviada a Ladislao López Bassa desde Italia donde se encontraba al frente
de una expedición, decía: "...ahora el uniforme. Mi boina, nuestra
boinas es lo que más gusta aquí, lo más español ¡Unificación rápida!"
(7). Curiosamente un antecedente de tal vestimenta fue la pensada en
utilizar por don Juan de Borbón en su fallido intento de incorporarse al
frente del Alto del León como combatiente nacional y que contó con la
censura del general Emilio Mola.
Aquella
indumentaria se hacía obligatoria para todos los afiliados con la excepción,
sin duda para evitar problemas, de los combatientes que en fuerzas
organizadas podían llevar sus antiguos uniformes.
En
guerra y en la zona nacional y luego en todo lugar, hubo una compulsión
uniformadora. La exhibición del uniforme en cualquier lugar y bajo
cualquier pretexto al compás de los momentos triunfales, precisó de
medidas de continencia. La Jefatura Provincial de Madrid con Valdés Larrañaga
al frente llevó a su prohibición en "cafés, bares, dancings y
otros sitios de diversión"
Chaquetas
negras y blancas complicaron la uniformidad siguiendo, al parecer, la
inspiración de Serrano Suñer. Influidos por la moda italiana del PNF se
pensó, incluso, en añadir a los mandos y jerarquías un puñal que
completara la vestimenta.
Paralelo
a la pérdida del protagonismo falangista se realizó una devaluación del
vestuario, del que quedaba como elemento esencial la primitiva camisa
azul. Llegaría también el tiempo en que la milicia falangista
universitaria integrada en las filas del ejército tuviera que
abandonarla. El tiempo y los avatares internacionales fueron restringiendo
su uso. Dirigentes del Partido,que ocupaban también cargos del Estado,
olvidaban el ponérsela, prefiriendo otros colores menos comprometidos.
Faltaban aún muchos años para que el noecaciquismo cultural de
izquierdas entonara el "camisa blanca de mi esperanza", pero
alertados quizás porque el hábito no hace al monje pero dice quién es
circulares de la SGM llamaban la atención sobre el uso obligatorio de esa
prenda para jerarquías, mandos y militantes que ocuparan cargos con la única
excepción de quienes llevaran uniforme militar. Ese olvido provocaba el
malestar entre afiliados que veían en ello el alejamiento ideológico y
que protestaron ante la Secretaría General cuando cargos del Movimiento
prescindían de ella.
Los distintivos de mando.-
Junto
al uniforme los distintivos de mando, combinando estrellas, flechas y
yugos con los colores oro plata, rojo y verde.
La
emblemática de las jerarquías del Partido, añadida al uniforme, ajustándose
a las normas de la FE se incluían a primeros del 33.
|
Los gritos.-
Los
gritos, la primaria expresión del sentimiento, se recondujeron a raíz de
la Unificación y quedaron limitados a cuatro: "¡Franco, Franco,
Franco! "¡Arriba España!" "¡Viva España!" y "¡España,
Una, Grande, Libre!". Dos de ellos entraban en el ritual de la
Falange primitiva, el otro, más emparentado con sentires tradicionales y
por fin el que expresaba el culto a la personalidad del Jefe, del Caudillo
viviente. Paralelamente, a José Antonio Primo de Rivera, fusilado en
Alicante el 20 de Noviembre del 36, se reservaba toda una serie de
homenajes, pompas y devociones que convertían al Fundador en un mito.
Cuanto más arriba, más alejado, cuanto más lisonjeado más separado. Un
José Antonio estratosférico y sin estación de radio para comunicar.
El culto al mito.-
Fue
en Noviembre de 1938, cuando se hizo pública en la zona nacional, la
muerte de Primo de Rivera, ocultada hasta entonces con el mito de "El
Ausente", la Jefatura del Estado ordenó luto nacional los 20 de
Noviembre. Durante todo el tiempo de duración del régimen, una esquela
mortuoria acompañaría al boletín de la FET y actos litúrgicos de
contenido religioso o político tendrían lugar en esa fecha. Se ordenaba
también la colocación en las iglesias de lápidas con el nombre de los
caídos (obsérvese la palabra) nacionales originarios de la localidad a
la que pertenecía cada iglesia, en lista que inexorablemente comenzaba
por José Antonio Primo de Rivera. Aquella instalación en los paramentos
de lugares sagrados de las listas de los caídos llevó a interpretaciones
curiosas. Relataba José Agustín Goytisolo el caso de un moro que en
Xauen le contaba que, a pesar del abandono español de aquellas tierras,
él seguía encomendándose al santo de la fachada de la Iglesia, a
"San José Antonio Primo de Rivera".
Esa
medida ejercida con cinceles sobre las bases pétreas o con pinturas,
mantenida hasta la finalización del régimen de Franco y que es posible
encontrar todavía hoy en algunas iglesias de núcleos rurales como
residuo arqueológico de una segunda edad del hierro, contó con la
negativa del reaccionario y excéntrico Cardenal Segura. Pero si la
postura de este prelado ha sido ampliamente divulgada, mayor silencio se
ha mantenido sobre la negativa que, oficialmente, realizó el Vaticano. El
12 de Febrero de 1942 el Vicesecretario General Luna Menéndez recibía
copia del texto enviado por el Cardenal Vico, en donde en base a una
declaración de la Sagrada Congregación de Ritos de 20 de Octubre de
1922, se consideraba ilícita la colocación en iglesias y criptas
dedicadas al culto de lápidas con inscripciones de no sepultados.
Finalmente aquello, a pesar de presentar inconvenientes, fue generalmente
aceptado.
Por
otra parte, se crearon cátedras de doctrina política en Madrid y
Barcelona con el nombre del Fundador, en donde el docente titular de las
mismas quedaba a la espera de su designación por el Jefe Nacional. Prensa
y Propaganda y además se crearía un concurso literario y artístico
sobre José Antonio. La juventud y el mundo del trabajo organizados en la
FET titularían a sus primeras instituciones con el nombre, ya mítico, de
José Antonio y los ejércitos de Tierra, Mar y Aire bautizarían unidades
con ese nombre. El boletín de la FET dirigía escritos sobre el líder
falangista a niños, y a obreros y utilizaba, de la propia pluma del
Fundador, el mensaje dirigido a los hombres del campo.
El
primer Noviembre, acabada la guerra, El Jefe del Estado ordenaba el
traslado de los restos de José Antonio al Monasterio de El Escorial.
Restos que fueron reconocidos por sus familiares, a través de las
vestimentas últimas que llevaba, y se organizó una magna peregrinación
que desde Alicante a Madrid, en una impresionante movilización humana de
diez días de duración, con "miliarios" en los lugares de
relevo, conduciría para un enterramiento temporal el cadáver de Primo de
Rivera, dándole honores de Capitán General.
Una
completa relación, con todo lujo de detalles, sobre el estado emocional
de los participantes del traslado, del ornato, y de las comitivas de
participantes queda en el libro de Samuel Ros y Antonio Bouthelier “A
hombros de la Falange”. Y fotografías y fotogramas animados indican el
grado paroxismo que representaba José Antonio Primo de Rivera en aquella
nación que acababa de tener un cruel guerra. Tiempos de esperanza de
aquellos brazos levantados, de cuerpos cuyos pies pisaban la miseria.
La
vela del sepulcro de José Antonio montada por grupos de siete centurias
de falangistas contó con la presencia de jerarquías de la FET que, por
espacio de media hora, dedicaban su recuerdo a un jefe que muchos no habían
ni tenido ni reconocido. Acoplados por el Protocolo de la Falange según
su servicio a la FET comparecían José María de Areilza, García
Valdecasas, Dionisio Ridruejo o Gerardo Salvador Merino en su calidad de
miembros de la Junta Política; Agustín Aznar, Leopoldo Panizo, Ángel
Alcázar de Velasco o Narciso Perales por su condición de Palmas de Plata
de la Falange. Pilar Primo de Rivera, Ricardo Jiménez Arnau y otros en su
calidad de Delegados y Jefes de Servicio. Más tarde, el cortejo de
consejeros nacionales, entre los que, sin duda, había quienes no
concedieron el más mínimo crédito al hijo del Dictador en vida y
quienes consideraban que El Escorial, pudridero y osario de reyes (todo lo
iguala la muerte), no era lugar adecuado para última morada del fundador
de la Falange..
Pero
la construcción del mito y el saber comportarse en aquel preciso tiempo
presidían aquella visita a la sierra de Madrid. Ocasionalmente se harían
guardias de honor en la tumba del Fundador. En marzo de 1940 la redacción
de Arriba conmemorando su fundación allí acudía, y desde ese periódico
el luto acompañó durante su historia el ejemplar que salía ese día de
Noviembre., fecha donde se registró también que el Jefe Nacional vivo
concedía la Palma de Oro de la Falange a su primer Jefe Nacional,
distinción "...que aún hoy ningún hombre de la Falange ha logrado
ostentarla bajo su brazo".
El
culto a Primo de Rivera se ampliaba también con el reconocimiento hacia
quienes intentaron libertarlo. En 1941 cien mil falangistas rindieron
homenaje en Elche a los cincuenta y dos militantes de la Falange muertos
en uno de los intentos de liberar a su jefe. La Delegación Nacional de
Propaganda, dependiente de la poderosa Vicesecretaria de Educación
Popular, tuvo la ocurrencia en Octubre de 1942 de crear en la Capilla
Vieja del Monasterio de El Escorial un museo que, recogiendo ofrendas de
valor material o significativo, expusiera la devoción de los españoles
por José Antonio. Este "recinto votivo" proyectado no paso del
grado de tentativa.
Esa
fecha del 20 de Noviembre que, por extraños azares del destino, coincidiría
con la del fallecimiento del creador del Régimen, concentraría el
recuerdo a los muertos de la Falange. El Día de los Caídos se convertiría,
además, en una especie de revista de los activos existentes. Al igual que
se escudriña la asistencia a los funerales de miembros de una familia, el
todavía Partido informaba en 1942 de aumento de asistencia en Soria,
Toledo, Málaga, Huesca, Córdoba, Oviedo, Badajoz, Álava y Albacete
mientras que aquel improvisado termómetro reflejaba preocupante frialdad
en ciudades como Santander, Logroño, Vitoria, Orense, Tarragona o Ciudad
Real.
A
finales de 1943 la preocupación por magnificar la figura del Jefe muerto
movía a los intentos de una fundación que, pagada por los hombres de la
FET, atendiera el mantenimiento del sepulcro y las atenciones
espirituales. De aquel intento llamaba la atención la justificación que
se hacía desde la Jefatura de Protocolo a la Secretaría Política:
"la Falange ha dejado en el abandono más absoluto a José
Antonio" y que eran repetición de palabras de falangistas vascos
pronunciadas muy poco antes.
El culto al Jefe Nacional vivo.-
De
los personajes vivos se reservaba el honor y la gloria al Jefe Nacional.
Muerto el Fundador, ocupaba su lugar un "alter ego" que regía
los destinos del Movimiento. A él y sólo a él correspondía la dedicación
honorífica de la Falange.
A
escasos meses de producida la Unificación, en el mes de Octubre de 1937,
se ordenaba que los artículos encomiásticos únicamente podían
dedicarse a José Antonio (ya muerto pero sobre el que se cernía la
leyenda de "El Ausente") y a Francisco Franco. En el afán
uniformador y de sometimiento de tendencias se recordaba que la FET era
una orden militar y que sus miembros no podían actuar por cuenta propia.
Llamados a un espacio militar, mentalmente querido por la Falange, se les
fijaba su posición de sometimiento y disciplinada con la advertencia de
que las huestes de Falange no podían confundirse con "animadoras
claques aduladoras del estilo liberal"
La
devoción a la figura del Caudillo llevó a que el 1 de Octubre o Día del
Caudillo (por su elección como Jefe de la Junta militar) diera comienzo
el "Año político" en las actividades de la Falange.
El
acompañamiento coreográfico de la FET iba a estar presente para siempre
en aclamación a su Jefe Nacional. Todas las secciones y departamentos
quedaban convocados en cualquier acto más o menos público como
agitadores de masas. Los contingentes humanos que recibían enfervorizados
a Franco en sus desplazamientos, contaban con la asistencia en primera línea
de los afiliados a la SGM. Generalmente era el jefe provincial quien se
dirigía a las jefaturas locales para incitar a la acogida y en esos
escritos se desarrollaban algunos aspectos de la coreografía que había
que utilizar tales como uniformidad, banderas o eslóganes. La colocación
de los afiliados tras sus jefes locales en las carreteras era una obligación
más en los desplazamientos del Caudillo, así como el control por parejas
falangistas de las carreteras por las que iba a transitar el Jefe Nacional
de forma similar a los servicios montados por la Guardia Civil.
La
preparación de esas masas uniformadas presentó en algunos momentos
problemas de abastecimiento, por lo que los jefes provinciales se vieron
en la necesidad de remitir con urgencia las camisas azules y boinas rojas
necesarias para aquellas puestas en escena que serían pagadas por los
propios figurantes que las llevaran. Otra prenda necesaria era un pantalón
o falda negra, de fácil obtención tal y como algún jefe provincial señalaba
"bien porque ya los tengan o porque se los tiñan"
Enfermeras
y afiliadas a la Hermandad de la Ciudad y el Campo de la Sección Femenina
deberían portar sus correspondientes uniformes e incluso "con trajes
regionales las camaradas que lo tengan". Otras formas de manifestar
la devoción al Generalísimo estuvo en la entrega de álbumes con firmas
de adhesión, "in situ" o acudiendo al Palacio de El Pardo para
tal cumplimiento.
Secciones
de la FET contribuían como parte del conjunto falangista o por propia
iniciativa a la exaltación de Franco, participando de la "devotio
ibérica" tan afincada en las conciencias de los falangistas. De
esa forma el Frente de Juventudes, hacia 1950, le concedía el título de
Jefe de Centuria honorífico de la promoción Sancho el Fuerte al Jefe
Nacional.
Protocolos.-
La
apariencia, el protocolo marca la importancia formal que se otorga a las
distintas fuerzas. Resulta interesante observar las equivalencias de la
FET con otros poderes y la colocación que tenían con respecto a ellos.
Este fenómeno se daba con el auge de Serrano Suñer en la política española
y más tarde fue cayendo en desuso.
El
Secretario General tendría tratamiento de excelencia. honores: Arma al
hombro y marcha militar. Los Miembros de la JP Consejeros nacionales y
Vicesecretarios Tratamiento de excelencia. Arma descansada y marcha
militar .Los Delegados Nacionales e Inspectores nacionales Tratamiento de
Ilustrísima .Arma descansada y marcha militar. Los Secretarios Nacionales
y Jefes Provinciales tratamiento de Señoría y arma descansada. Los
Secretario Provinciales y los Jefes locales de capitales de provincia
guardia sin armas. Los honores militares serían dados por las milicias de
la 1 y 2 línea de FET en actos oficiales, cuarteles y guardias de
cualquier edificio o dependencia de la organización.
Se
realizó también la correspondencia protocolaria con miembros del Ejército
de la siguiente manera:
Secretario
General con General de División
Junta
Política, consejeros nacionales y vicesecretarios con Generales de
Brigada
Delegados
Nacionales e Inspectores generales con Coroneles
Los
Secretarios Nacionales y Jefes Provinciales con Tenientes coroneles.
En
cuanto a la prelación entre autoridades del Estado y de la jerarquías
del Movimiento:
Ministros
y Secretario General
Junta
Política y Consejo Nacional
Subsecretarios
y Vicesecretarios
Jefes
Nacionales de Servicio y Delegados Nacionales del Movimiento
Gobernadores
civiles y Jefes Provinciales
En
cuanto al orden de protocolo con las autoridades eclesiásticas:
Cardenales
y Secretario General
Junta
Política, Consejo Nacional y Arzobispos
Vicesecretarios
Delegados
Nacionales y Obispos
En
concurrencia con los eclesiásticos se hacía valer la preeminencia de éstos.
En
coincidencia de jerarquías equiparadas tenía preeminencia el Ejército y
Estado (observar el orden).En actos de índole provincial, con la excepción
del Secretario General si estuviera presente, todos los asistentes se
colocarían detrás del gobernador (según la relación del Ar. 3) En
concurrencia con los eclesiásticos preeminencia de estos.
El protocolo interno.-
El
protocolo fue causa provocadora de incidentes en algunos momentos, en el
interior del propio Partido, donde también existieron normas que (42)
establecían una prelación con base, en primer lugar, a la pertenencia de
los Delegados Nacionales a la Junta Política por razón de ese cargo ( es
decir el Vº General, Vº de Secciones, Sindicatos Vº de Obras Sociales,
SF, FJ, Educ. Nal. Prensa). En segundo lugar, los Delegados de Servicio
que estuvieran en la Junta Política por libre designación (Ex
Combatientes, Sanidad, IEP, Jefe Milicias, Ex cautivos, Justicia y
Derecho, Auxilio Social, Información e Investigación).En tercer lugar
estaban los responsables de delegaciones creados con posterioridad a los
Estatutos de la FET (Provincias, Personal. Junta Central de Recompensas,
SEU, SEM, Guardia de Franco, Vieja Guardia, Servicio Exterior y Secretaría
Política.)
En
esa prelación se pudieron detectar al menos dos posibles anomalías: una
con el Servicio Exterior que sí aparecía en los Estatutos aunque en su
tiempo fue Delegación y más tarde Servicio (sombra de lo que fue). En
cuanto al SEU, integrado en el F. de JJ, poseía la suficiente veteranía,
anterior al estallido de la guerra, como para poder disputar lugar de
mayor privilegio. Pero de ninguno de ellos vino reclamación alguna. Fue
la Vieja Guardia quien se sintió molesta por haberla colocado en los
lugares de cola. El que los últimos serán los primeros y los primeros
los últimos es mensaje evangélico de difícil digestión.
En
la Falange Española había existido una Junta Nacional de Recompensas que
había concedido la Palma de Plata a Manuel García Míguez muerto por los
sucesos de Aznalcóllar y único fallecido a quien se concedió tal
condecoración. Concedió, además, otras 7 Palmas de Plata a la Falange
de Sevilla y la misma condecoración a los guiones de milicias de Sevilla
y Madrid.
Precisamente
en el amparo de esa Junta el vocal falangista del Secretariado Político,
Miranda, en Julio de 1937 proponía la concesión de la más alta
condecoración del Partido, la Palma de Oro, al General Franco.
En
este año de 1937 se proyectó una condecoración que con el nombre de
"Legión de honor" recompensaría a mutilados, inválidos y
heridos de guerra. Pero no consta que tal título llegara a hacerse
realidad. El nombre, de claras connotaciones francesas, no era lo más
apropiado.
El
21 de Julio de 1937 J. Miranda se dirigía al Secretariado Político con
la intención de que se hiciera llegar al Jefe Nacional una propuesta para
crear una Junta de Recompensas. Tras hacer mención de las condecoraciones
que existían en la Falange, urgía el establecimiento de una organización
responsable de aquello por la proliferación de gentes que, sin concesión
alguna lucían todo tipo de recompensas impuestas por su gusto y gana.
Hasta
el 12 de Marzo de 1942 no sería creada la Junta Central de Recompensas.
La composición de este organismo quedaba formada por un Presidente que
sería miembro del Consejo Nacional y que ostentara la Palma de Plata y
como vocales un Delegado Nacional de la FET, un Jefe del Ejército, un
letrado y dos militantes. Las competencias para otorgar recompensas de la
Sección Femenina y de las OOJJ quedaban al margen de las de esta Junta,
si bien su Presidente sería miembro nato de las Juntas de recompensas de
esas dos delegaciones.
El
25 de Marzo de 1942 era nombrado Presidente de la Junta Sancho Dávila y
de vocales aparecían Juan Francisco Yela, Ramón García Noblejas y los
Comandantes del Ejército Modesto Aguilera y Claudio Rivera. En julio
aparecieron concedidas las primeras distinciones. Las de más alta categoría
se otorgaban a veteranos miembros del Partido, Agustín Aznar, Alcázar de
Velasco y también a García Noblejas y a Aguilar.
Las
recompensas fueron sistematizadas en 1943 y se correspondían con el mérito
político (ángulo verde, aspa verde y palma verde) sufrimientos padecidos
por los militantes (ángulo rojo, aspa roja y palma roja), actos heroicos
(ángulo de plata, aspa de plata y palma de plata). Se establecía también
y con carácter excepcional la Palma de oro. Curiosamente esta Palma de
oro se reservaría para los Jefes Nacionales ejercientes como tales 3 años
y 22 días. Tal lapso de tiempo se justificaba en que ese era el periodo
de mando que había tenido José Antonio; pero resultaba claro que la
limitación temporal ponía fuera de combate para recibir la más alta
distinción a Manuel Hedilla.
Se
le concedería con el tiempo a la Junta poder retroactivo en tanto que
cualquier recompensa otorgada con anterioridad a la constitución de la
JCR habría de ser revisada por ésta.
En
Mayo del 50 se hacía cargo de la Presidencia de la Junta Manuel de Mora
Figueroa, al anterior Presidente se le hacía Secretario de la Cancillería
de la Orden de Cisneros Seis años más tarde, en 1956, las funciones
auxiliares de la Cancillería de Cisneros pasarían a la Junta Central de
Recompensas
Conviene
reseñar que hubo un intento en 1950 de desbancar a la Junta Central de
sus cometido por parte de la Vieja Guardia. Efectivamente, el 10 de Junio
de 1950 el Presidente de la JCR, M. Mora Figueroa, se mostraba contrario a
los deseos expresado por la Vieja Guardia de sustituirles en las funciones
relacionadas con la concesión de la denominada medalla de la Vieja
Guardia, con razones como la eficacia demostrada por la Junta, la
colaboración que la VG hacía al ser ella quien promovía los expedientes
y el pensar que la extinción de la VG por razones biológicas obligaría
a pasar la documentación a otra dependencia
Las recompensas. -
El
número de falangistas que recibieron la Palma de Plata fue bastante
reducido. Se concedió ésta por hechos heroicos a Federico Servet y a Tomás
García Rebull. En Noviembre del 52 Juan Yagüe Blanco recibía a título
póstumo la Palma de Plata y tres meses más tarde la recibía Gerardo
García Carpintero y el colectivo de las JONS de Villanueva de la Serena.
Cuando
existían problemas para la concesión de la Palma de Plata por existir méritos
de difícil demostración se recurría a abrir un "juicio
contradictorio" que pusiera en claro si era el encausado merecedor o
no de la condecoración. Entre los sometidos a juicio contradictorio
estuvieron Joaquín Bernal Vargas (albañil, Jefe provincial de Cádiz),
Federico Servet Clemencín Miguel Blasco Vilatela (muerto durante la
guerra en los Pirineos), Maestro y Alférez de las Milicias falangistas o
Gerardo Garcìa Carpintero, combatiente de la División Azul.
El
18 de Julio del 56 se concedía la Palma de Plata a Miguel Blasco Vilatela,
Rafael García Siso, Santiago Pedrosa Posada, José Luna Meléndez y al
General Antonio Sagardía Ramos. Se entregaba en la misma fecha la Palma
de Plata a los falangistas que intentaron liberar a José Antonio el 19 de
Julio del 36
De
menor entidad, la Palma Verde fue concedida a falangistas vivos e
incrustados de lleno en el régimen de Franco. En enero del 45 la recibían
Fernández Cuesta y Jesús Suevos.
La medalla de la Vieja Guardia.-
Por
Decreto del 10 de Marzo de 1942 el Mando Nacional del Movimiento creó la
Medalla de la Vieja Guardia para los militantes de los Partidos Unificados
que se encontraran inscritos en ellos antes del 16 de Febrero de 1936
(fecha de las elecciones donde triunfó el Frente Popular). En la cinta de
la medalla los que desempeñaron algún cargo podían llevarlo con el
emblema correspondiente, adaptado eso sí, a la nueva nomenclatura de
mandos y jerarquías de la FET.
La
frontera de las elecciones de Febrero del 36 fue el requisito de
consideración de Vieja Guardia Cuando se realizó la creación de esa
Medalla se habló de los "Partidos Unificados", con lo que se
podría incluir allí a Renovación y Acción Española, además de a la
CEDA, pero ya en Agosto del 42 se daba por supuesto que la acreditación
de militancia o era de la FE o de la Comunión Tradicionalista, olvidando
cualquier otra opción. Se exigía, además, para la concesión el haber
aceptado la reconducción impuesta en el Partido Único, es decir, la
adhesión al Movimiento y el uso obligatorio de la condecoración en el
uniforme.
De
las Delegaciones de la Vieja Guardia partían los expedientes que eran
finalmente estudiados por el organismo específico para otorgar las
recompensas: La Junta Central de Recompensas y Distinciones.
Aún
sin decidir qué dibujo llevaría la medalla, poco tiempo más tarde, en
el mes de Mayo, se convocaba un concurso entre artistas españoles para
elegir y premiar los modelos que se presentaran.
Por
orden del 18 de Julio de 1942 se ampliaba la concesión de la medalla a
familiares de militantes caídos en donde la única diferencia lo ponía
el negro de la cinta, señal de luto.
Fue
a partir de la creación de esta recompensa que larguísimas relaciones de
expedientes para la concesión de la medalla llenarían páginas y paginas
del órgano oficial de la FET. La recompensa no concedía beneficios de
ningún tipo con la única salvedad de dificultar la expulsión del
Partido y era exclusivamente honorífica; pero demostrar haber sido partícipe
de la verdad impuesta por las armas en los momentos difíciles, pionero de
la nueva situación, significaba una categoría en la España salida de la
guerra.
El
1 de Abril de 1949 finalizó el plazo para solicitar la Medalla; pero para
rezagados quedaba un resquicio, se preveía para el futuro que quienes
pudieran solicitarla lo hicieran a través de los Jefes Provinciales, éstos,
tras la información de la Delegaciones de Vieja Guardia, elevarían a
Secretaría General la petición.
Pese a las restricciones por la derecha infiltrada primero y por la situación internacional después, FET y de las JONS fue el eje del Nuevo Estado, y este el gobierno que mas ha apoyado a los productores asalariados de toda la historia de España.
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